04 Feb
04Feb

CUANDO TE SIENTES DIOS

Por J. C. M.


Esta tentación angelical la hemos heredado los humanos, sobre todo los ateos que no creen pero sí se sienten lo que no creen.

Me refiero al enorme ego que se contempla a sí mismo y llega a la conclusión de no tener rival. Se da en todos los niveles sociales, desde el lidercito del barrio hasta los grandes líderes de las naciones. Creer tener la razón no necesariamente es tenerla, y menos aún, si es una convicción personal en detrimento y menoscabo de los demás. Eso de sentirse “la última Coca-Cola en el desierto”, es un síntoma de un gran amor por sí mismo. Estos ególatras son incapaces de amar a nadie porque es tan grande su amor por “yo”, que no admiten competencia. Son los aferrados que creen que el mundo gira a su alrededor y que su sola visión es merecedora de ser autoridad.

Como hay tanta gente que no tiene aprecio por sí mismo, se rinde ante la autoridad del ego.

La historia está repleta de ejemplos. El “Napoleón mexicano”, Antonio López de Santa Anna que no medía el tamaño del enemigo por una elevadísima percepción de sí mismo. Perdió la batalla de San Jacinto y fue a dar con sus huesos a la cárcel, donde perdió Texas y más tarde tuvo que firmar el tratado Guadalupe-Hidalgo. Su limitada visión geopolítica y estratégica era menor que su ego.

La costumbre para conseguir ciudadanos sanos y fuertes entre los espartanos consistía en que los niños al nacer eran examinados por una comisión que determinaba si el niño era hermoso y de constitución robusta. La educación espartana fue de una conducta radical de rechazo al individualismo para evitar el desarrollo del ego.

Tal parece que desde la antigüedad el hombre hizo conciencia de este problema y de una forma u otra, el hombre se las averiguó para contener la fuerza inaudita de su interior, el “yo”.

También era tarea del líder espiritual de una comunidad, leerle diariamente la cartilla a su rey o dirigente, para bajarle los humos de grandeza y mantener a raya al egoísta que todos llevábamos dentro.

En la actualidad, en Latinoamérica, hay multitud de dirigentes a quienes les ha faltado una educación espartana y se han desbocado en su propia contemplación. Por ejemplo, el revolucionario cubano Fidel Castro mantenía a su auditorio en la Plaza de la Revolución hasta siete u ocho horas aguantando sus retóricas peroratas -desconociendo que el origen de su aguante y de su aplauso era que los acarreados no podrían volver ese mismo día a sus lugares de origen y por tales motivos les entregaban una ración doble de alimento… ¡Era por hambre!, no por la calidad verbal de su líder-. Pero él creía que su pueblo necesitaba de muchas horas de sesudas disertaciones marxista sobre la Historia.

Lo mismo le pasó al “Ché” Guevara, a Camilo Cienfuegos. Ahora le pasa a Nicolás Maduro, que sólo es un títere cubano, después de haberse despachado a Hugo Chávez. Lo que es asombroso es la convicción que tiene su propio valer. El que haya escuchado a Diosdado Cabello me dará la razón. Ya se siente líder de Hispanoamérica y jura llevar la “democracia” más allá del Atlántico y “liberar” a los pueblos separatistas de España.

El caso mexicano es todavía más estremecedor. Fernández Noroña y Yeidckol son adictos al “yo-yo” y prometen lo que siempre han prometido, como si el pueblo fuera un rebaño de borregos y necesitaran de una clara visión rectora de sus pensamientos.

El colmo es nuestro inmarcesible líder nacional, Andrés Manuel, quien inteligentemente le endosa al pueblo todas sus iniciativas peligrosas y el resto, los arreglos, en lo oscurito. Ni los convoca y mucho menos les pide su parecer, lo único que hace es usar su “arma de distracción masiva” y con una o dos ocurrencias mantiene vivas a la prensa y a sus redes sociales. Le valen…los desastres y tragedias nacionales. Sólo importa AMLO para AMLO y de acuerdo a la magnitud de su ocurrencia es la magnitud de lo que se cocina en las tinieblas con la complicidad de sus corifeos en el Congreso de la Unión.

Diariamente pontifica, resuelve, ataca a los fifís y hace lo que le da la gana.

El amor por uno mismo es el problema; si te sientes Dios, hay que recurrir a la liturgia diaria para dictar tus ocurrencias con tinte de homilía. Ya su iglesia se está cimentando y no tarda en consolidar este enorme edificio con ladrillos sólidos uno a uno de su profundo EGO.

Sólo recuerden señores inefables, que la Santa Madre Iglesia enseña los miércoles de ceniza y escuchen las sabias palabras del rito: “… polvo eres y en polvo te convertirás” y todos ellos pasarán a juntarse con las innumerables arenas de la historia.

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