26 Feb
26Feb

FÁTIMA

Por J. C. M.


Nombre evocador que corresponde a la niña Fátima, la creatura que fue sacrificada hace unos días en la Ciudad de México, y que fue secuestrada afuera de la escuela Enrique Rébsamen.

Se sabe que la secuestradora responde al nombre de Gladis Giovana Cruz Hernández y que habitaba una casa en la calle San Felipe de Jesús # 17. Ella y un hombre, Mario Alberto Reyes Nájera, según la investigación son los responsables de este vergonzoso crimen.

Si fue una venganza o simplemente un secuestro con el fin de vejarla y asesinarla, aún no se sabe. La verdad irá saliendo a flote ya que capturen a los asesinos.

Así de sencilla es la crónica de los hechos, de un crimen monstruoso que pone los pelos de punta y que se ve como un acto cotidiano en la megaciudad de México.

Esta inocente se suma a los cientos de asesinatos, secuestros, desapariciones y vejaciones de niños y adolescentes en el país. Súmele además a esta escalofriante estadística los cientos de miles de los “sacrificados y olvidados” de los que fueron repudiados de sus madres que han sido violentados y asesinados de la forma más brutal posible, con el beneplácito del sistema político de la Ciudad de México, declarando esta acción por sus legisladores como un “derecho de las mujeres”. Y no hay que olvidar a los inocentes de la familia Le Barón, ejecutados por el crimen organizado, tan entrañable para el presidente de la República.

Todos estos acontecimientos sangrientos son el resultado de décadas de desmontar el edificio moral de los ciudadanos por parte de los enemigos milenarios del hombre.

¿Qué se puede esperar si llevamos más de 150 años de persecución a los valores morales y espirituales que nos identifican como nación? ¿De un aparato educativo en manos del enemigo de la sociedad donde la educación se basa en sembrar el odio y la confrontación contra los demás mexicanos, “formando”, no buenos profesionales, decentes y trabajadores, sino agresivos revolucionarios, ardientes adalides de las causas sociales y tontos útiles para una minoría encaramada en el poder?

A Dios gracias, no estamos peor; la reserva de fe que posee el mexicano nos saca a flote de las nauseabundas aguas en que han convertido el plácido remanso de la Patria.

Casos como el de la niña Fátima, desgraciadamente se repetirán a diario. El “tejido social” se ha roto por todos lados, o, mejor dicho, está putrefacto. Estamos inmersos en un mundo de violencia real, en un mundo obnubilado por tantas drogas y desatinos del Legislativo, hasta haber convertido a México en un narcoestado, donde el presidente ha garantizado los “derechos” al crimen organizado; donde los turistas han sido arrestados con violencia por no consumir en las playas públicas del país. Eso sí, mano dura con ellos y con todos los vendedores ambulantes de la ciudad; golpéenlos, roben su mercancía y dejen a los pobres sin medios para vivir.

Sólo vale el “ideal revolucionario” de lograr la igualdad de derechos, trabajen o no trabajen; sean drogadictos, asesinos o rateros. Total, la “justicia socialista” es el anhelo del poder actual… “Después de mí, el diluvio”, decía el rey de Francia Luis XIV, y tal parece que esta frase del francés es la divisa de la transformación tan cacareada.

Fátima, con vergüenza te digo: “Me duele lo que te hicieron; ¡todos somos víctimas y victimarios, mientras sigamos permitiendo que el abuso del poder siga destruyendo lo poco que nos queda de seres humanos, de cristianos y de mexicanos!”.

Fátima, goza ya del descanso eterno. Las víctimas como tú son el escabel del Infinito.


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