26 Feb
26Feb

LA MUERTE DE “POPEYE”

Por J. C. M.


“No hay mal que dure cien años ni Popeye que lo aguante” … Así es amables lectores. Ha muerto uno de los sicarios más sanguinarios del narcotráfico, me refiero a John Jairo Velázquez, alias “Popeye”. Fue capturado y pasó 23 años en prisión y recuperó su libertad en 2014. Fue el sicario más temido del narcotraficante colombiano Pablo Escobar y confesó haber asesinado a cerca de 300 personas, aunque en una entrevista dio la cifra de 550, ejecutados por su propia mano.

Se hizo célebre después de su liberación y dio entrevistas a diestra y siniestra. Lo que llama la atención es que, refiriéndose a su sanguinaria vida, consideró que era sólo un trabajo y que siempre fue fiel y respetuoso con Pablo Escobar.

Lo curioso es que a pesar de sus credenciales haya sobrevivido tantos años después de una vida de carnicería y haya muerto de una muerte vulgar (cáncer).

En nuestro entorno, en México, ésa es la vida que han adoptado miles y miles de mexicanos, que, por la ignorancia, la pobreza y la falta de oportunidades, pero, sobre todo, por el dinero fácil, se han sumado a los “ejércitos” del narcotráfico que están asolando al país.

Optan por lo “facilito”, ya los viera “atorarle” a la vida, con una actividad productiva y la responsabilidad de una familia, pero ¡no!, el oropel del dinero, las armas que refuerzan su “hombría” y vivir al margen de la ley, les hacen sentir un aura de supermán.

A todos ellos se les podría decir: “Si son tan machitos, tan hombrecitos, arrojen las armas y a fuerza de esfuerzos -valga la redundancia-, golpes y trabajo, fórjense un futuro para que sirvan de algo a la patria. Desgraciadamente, eso de trabajar honradamente, no es lo suyo.

Con un K-47, se sienten soñados y roban, matan, extorsionan, secuestran, levantan y exterminan a sus prójimos y se sienten muy ufanos de sus “hombradas”. Pero es una vida breve, la mayoría no llegan a vivir tanto como “Popeye”. Tarde o temprano mueren ejecutados por los contrarios, por los amigos o por los mismos jefes que no admiten competencia o temen testimonios. Una triste vida vacía, hueca, vana, que, por el espejismo del oro, se echa por la coladera, después de servir al peor de los amos.

Políticos podridos, jefes jactanciosos y mujeres lacrimosas, son la comunidad en la que habitan; el dinero lo gastan a lo tonto en juergas y placeres al máximo y la vida no te garantiza vivir tanto como “el Popeye”.


Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO